Nunca escuché...


Nunca escuché de tu boca
el nombre mío,
a pesar de saber que me nombras
hasta el hastío,
a  pesar de sentir que me envuelves
como el rocío
y me besas, al nacer el alba,
entre los lirios.

Nunca caminé tus pasos
junto a los míos.
A pesar de sentir tus manos
en mis latidos,
sujetando este pecho que duerme
¡que vive herido!
en  un corazón que se muere
triste y sombrío.

Y vas recorriendo mis aguas
para ser río
que desemboca en mi carne
dulce y erguido,
caminando en las sombras
de mi delirio,
recorriendo despacio las horas
en las que habito.
Y vas rellenando de soles
huecos sombríos,
donde una colcha de tiempo
tejió sus hilos
dejándome aquí en el pecho
un estigma frío,
un lecho lleno de inviernos
¡y de vacíos!

Nunca escuché de tu boca
el nombre mío…
más no dejes de nombrarme
¡que por ti vivo!














Sólo para el...

Desde el inicio se gestó este amor
como botón de rosa en primavera,
preservando intacto su color
esperando que un día Él la viera.

Celosamente guardó su esencia
como gran tesoro la bella rosa
y solamente ante su presencia
abrió su botón la flor hermosa.

Para adornar con el amor su cielo
en un destello puro y duradero,
dejando al descubierto todo anhelo
y ser cortada por su jardinero.


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